sábado, 21 de julio de 2012

CULTURAS AMERICANAS: Sacrificios humanos en la era del Quinto Sol


 La Piedra del Sol, más conocida con el nombre de Calendario Azteca, actualmente en el Museo Nacional de Antropología de México. Arriba, ilustración de la piedra que muestra sus colores originales.
Fotos: Carmen del Puerto.

La espectacular Piedra del Sol de los aztecas (o mexicas) no es un calendario, aunque eso se pensó en un principio porque en él aparecían los nombres de los días y los soles cosmogónicos. Como informa el Museo Nacional de Antropología de México, que muestra con orgullo este disco de 3,6 m de diámetro, 122 cm de grosor y 24 toneladas de peso, se trata de un gran altar de sacrificio gladiatorio, donde los prisioneros (y sólo los más valerosos) se debían enfrentar individualmente a cuatro guerreros aztecas. El pueblo que más sufrió las consecuencias de esta costumbre fueron los tlaxcaltecas, de ahí que se aliaran con los conquistadores españoles frente a los mexicas. ¿A qué se debía el sacrificio diario de prisioneros de guerra?

La respuesta sí está vinculada con el cómputo del tiempo. Los aztecas, herederos de todas las tradiciones mesoamericanas, también tuvieron los dos calendarios mayas: el religioso (260 días), que servía sobre todo para que los sacerdotes escogieran las fechas de los sacrificios, de las fiestas religiosas y de las batallas, y el solar (365 días), que regulaba la vida agrícola y civil. El año náhuatl se dividía en 18 meses de 20 días. Los cinco restantes eran los días aciagos, festivos, durante los que se temía alguna calamidad natural, como la desaparición del Sol.

El tiempo azteca también estaba organizado en eras de 52 años. Cada fin de siglo representaba el momento de la posible destrucción del mundo. Cuando llegaron los españoles, los mexicas vivían en la era del Quinto Sol, en el 4 Movimiento (c. 1145 d.C.). Cada una de las eras o soles anteriores (4 Jaguar, 4 Viento, 4 Lluvia y 4 Agua) había terminado en una catástrofe: ataque de fieras, huracanes, lluvia de fuego, gran diluvio… El fin de su era iba a ser un inmenso seísmo que los destruiría.

Todo el orden cósmico y natural de los aztecas dependía de la fuerza de los dioses para mantenerlo. La ofrenda más importante que podía hacerse para ello, sobre todo al final de cada ciclo, era la sangre humana. Con el objetivo de obtener prisioneros para el sacrificio ritual, este pueblo hizo de la guerra su mayor preocupación. Las víctimas eran colocadas sobre una piedra ceremonial y se les extraía el corazón con un cuchillo de obsidiana. Éste era ofrecido a los dioses mientras el cuerpo rodaba por las escaleras del templo, un espectáculo que la multitud contemplaba extasiada, como los romanos la lucha y muerte de gladiadores en el Coliseo.

El rostro burlón que nos saca la lengua transformada en cuchilla de sacrificios es Xiuhtecuhtli, dios del fuego y del día, que emerge del agujero de la tierra, sujetando un par de corazones humanos. Le rodean los cuatro soles que antecedieron al Quinto Sol, inscritos a su vez en la secuencia de los 20 glifos de los días y dos “serpientes de fuego”, cuyas colas se encuentran en la parte superior. Allí está representado el año 13 caña, que se relaciona tanto con el año del surgimiento del Quinto Sol, como con la fecha de la construcción del monolito.

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