sábado, 24 de noviembre de 2012

SERIE GABÓN: No me mires que te embisto

 
Ejemplar de Oryx del Parque Privado de Léconi (Gabón).
Fotos: Carmen del Puerto.

Turista, ¿por qué me miras tan fijamente? Veo algo en tus manos y yo no distingo entre cámaras digitales y rifles de precisión. Pero sé que a los humanos os gusta la caza mayor y no me fío. Muchos ejemplares de mi especie, al igual que otros animales salvajes, han muerto como resultado de vuestra necia actividad cinegética, y ya quedamos pocos. Si fuera para alimentaros, lo entendería, es la cadena trófica de la vida. Pero matar por puro placer, para colgar la pieza como trofeo en el salón de casa, eso no puede justificarse. Así que no me apuntes, porque en seguida me pongo en guardia. Y aunque en África no se torea, no olvides que soy un bóvido y puedo embestirte con mis afilados cuernos.

SERIE GABÓN: El antílope de la sabana


Paisaje de sabana con un ejemplar de oryx del Parque Privado de Léconi (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.

No espero ver un león al acecho en esta imagen de sabana africana. Hace tiempo que los leones abandonaron el Gabón. Pero nos puede la imaginación a los que hemos visto unos cuantos documentales de La 2 cuando éramos jóvenes. Tampoco cabría esperar un ejemplar de oryx, especie sudafricana, pero ahí está ese majestuoso antílope devolviéndote curioso la mirada. Su descontextualización no es grave pues, al fin y al cabo, se trata del mismo ecosistema. Es más, seguro que el mamífero de la foto ya ha nacido en territorio gabonés y sabe quién es Alí Bongo.

SERIE GABÓN: Oryx en un “campo de minas”

 Manada de oryx en el Parque Privado de Léconi (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.

Ejemplar de oryx en el Parque Privado de Léconi (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.


Gabón presume hoy de tener un sistema de 13 parques nacionales, siendo Loango, Mayumba, Lopé, Ivindo y Batéké los cinco principales. Abarcan alrededor del 11% del territorio, con su correspondiente flora y fauna. La protección gubernamental se logró en 2002 a raíz del proyecto “Megatransect”, una iniciativa del explorador ecologista Michael Fay financiada por la National Geographic Society. Su objetivo era llamar la atención mundial sobre este ecosistema virgen de África Central, principalmente bosques congoleños y gaboneses.
 
Pero, en África, abundan los parques de animales de propiedad privada, como el de Léconi, creado en 1996, dirigido por la Sociedad de las Mesetas Batéké y perteneciente a la Compañía Minera del Ogooué (Comilog). En este parque del sureste de Gabón, aunque también poblado con especies locales, los oryx son lo más destacable. Una especie importada de Sudáfrica, al igual que las cebras y otros antílopes del Parc Privé, que vive ahora sobre un “campo de minas”, 28.000 hectáreas sembradas en su mayor parte de termiteros “champiñones”.

SERIE GABÓN: ¡A galopar!

Cebras del Parque Privado de Léconi (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.

Las tímidas cebras, sorprendidas bruscamente en su parcela del Parque, huían despavoridas de un 4x4 que iba a su encuentro para que unos ávidos turistas las fotografiaran de cerca. Imagino el estrés de los animales, conminados a galopar para ponerse a salvo. Pero no lo hacían para “enterrarlos en el mar”, como repetía el simbólico y rítmico poema que Rafael Alberti compuso durante la Guerra Civil española, quizá más conocido por la versión musicada de Paco Ibáñez. Ellas, las cebras, no galopaban con el fin de recuperar una España arrebatada a su pueblo. El suyo no era compromiso político, sino mera cuestión de supervivencia.

“A galopar”, Paco Ibáñez y Rafael Alberti:

domingo, 18 de noviembre de 2012

SERIE CAÑONES: Cromatismo gabonés

 
 

El Cañón Rosa de Léconi (Gabón).
Fotos: Carmen del Puerto.

Rosas, blancos, verdes… Los cañones gaboneses no destacan por sus dimensiones sino por su cromatismo. El Cañón Rosa de Léconi late en el corazón de las Mesetas Batéké, en la región del Alto Ogooué, allí donde el Gabón se acerca a la República del Congo. Sus altas “chimeneas de hadas” (houdous), caprichos de la erosión, no son muy conocidas. Pero si deseas verlas y bordear el perímetro de este espectacular circo geológico, una opción es volar desde Casablanca hasta Libreville, previa escala técnica en Malabo. Si no te detienen por hacer fotos al palacio presidencial en la capital gabonesa, puedes intentar, tras horas de espera y mucha suerte, subirte al Transgabonais, en la estación de Owendo. Pero renuncia si no consigues, en la reventa, asientos de primera, que no de lujo, en este tren de largo recorrido. Demasiada “diferencia” entre vagones para resistir 670 km hasta Franceville. Allí, sin 4x4 disponibles, negociar un taxi hasta Léconi tampoco será fácil. Pero, al menos, la carretera estará bien asfaltada dado que pasa por Lewai, rebautizada Bongoville. En esta ciudad nació Omar Bongo Ondimba, el que fuera presidente del Gabón durante más de cuarenta años y padre del actual Jefe de Estado. Ya en Léconi, el hotel homónimo te ofertará la visita al cañón. En definitiva, muchos miles de francos CFA, la moneda común de catorce antiguas colonias francesas en África. Pero sólo pisar este continente ya merece la pena.

SERIE CAÑONES: El Lago de los Caimanes


  El Cañón Rosa de Léconi con el Lago de los Caimanes al fondo (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.
 
El Lago de los Caimanes (Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.

Yo no me bañaría en el Lago de los Caimanes de Gabón por razones fáciles de imaginar, aunque en sentido estricto esta especie de reptiles no abunde en el continente africano, sino en la cuenca del Amazonas. Pero intuyo que sus primos, cocodrilos de terroríficas mandíbulas, se esconden baja el agua del lago esperando vengarse de ser cruelmente masacrados por su tan codiciada piel. ¡Cuántos bolsos, monederos, zapatos y cinturones se habrán confeccionado con ella sin ningún reparo! Por eso, prefiero contemplar la belleza del lugar desde lo alto del Cañón Rosa de Léconi y dejar que mi fantasía haga el resto, sintiéndome a salvo de las dentelladas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

MIRADAS CORDOBESAS: Detrás de las cortinas

Fachada de la Plaza del Triunfo de Córdoba.
Foto: Carmen del Puerto.

Observa esta fachada neomudéjar de color pardo recién pintada. Alguien ha recogido el tupido cortinaje canelo de la última ventana, en la esquina inferior derecha, rompiendo la simetría de la composición. Pero ese desconocido –hombre o mujer- se oculta tras los visillos bordados de color blanco, ignorando que yo, una turista accidental, que he visto muchas películas, le estoy apuntando con mi indiscreta cámara de fotos. Quizá sea un ladrón que ha entrado a robar en la casa y necesita luz para dar con la caja fuerte. Quizá sea una joven Capuleto haciendo señales a su ardiente Montesco, pese al obstinado veto familiar. En cualquier caso, llamaré al blade runner Harrison Ford para que, con su máquina Esper, amplíe la imagen hasta el infinito. Y, quién sabe, quizá descubra a un replicante Nexus 6 detrás de las cortinas diciendo: “Yo he visto cosas que vosotros no podríais creer, naves de ataque ardiendo más allá de Orión, rayos C brillando más allá de la Puerta de Tannhäuser…Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”