sábado, 28 de julio de 2012

MUERTOS: “Sacrificios humanos” para salir de la crisis


Restos arqueológicos del Museo de Sitio de Teotihuacán (México).
Foto: Carmen del Puerto.

“¿Cuántos sacrificios humanos se necesitan para salir de la crisis?”, se preguntaban los gobernadores teotihuacanos, que me enterraron vivo hace mil años.

MUERTOS: Una rosa negra para Amy Winehouse



 Rosa negra.
Foto: Carmen del Puerto.

Hace un año perdimos a Amy Winehouse. No me considero una incondicional, pero me gustaba su voz. Diva del soul, reina del blues, fue la revelación musical del año 2007. Con su segundo álbum, Back to Black, obtuvo cinco premios Grammy. El single que da título a ese álbum y el videoclip correspondiente ya me impresionaron en su momento, cuando aún ella no había muerto. Un cortejo fúnebre de imágenes en blanco y negro acompañan a una elegante y atractiva Amy. Así que nunca un vídeo fue tan premonitorio: en él, la cantante británica asiste al entierro de su propio corazón, prometiendo no “volver al negro”. Nos hizo creer entonces que aún había esperanza para esta joven amante de los excesos.

Hoy le dedico esta entrada y esta rosa negra a juego con su pelo, su maquillaje y las sombras de su vida.

Back to Black, de Amy Winehouse:

MUERTOS: Polvo eres…, humor de ultratumba


 
 Restos humanos del Museo Arqueológico de Rabat (Marruecos).
Foto: Carmen del Puerto.

La periodista Nieves Concostrina suele hacer reír con su peculiar forma de contar algunos episodios históricos, ya sea con su potente voz radiofónica o con su mordaz literatura. En uno de sus primeros libros, Menudas historias de la Historia, ofrecía una numerosa relación de “anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la Humanidad”. En otro, Polvo eres, compartía con los lectores “peripecias y extravagancias de algunos cadáveres inquietos”. Y en el último, …Y en polvo te convertirás*, cuyo título completa la sentencia bíblica, recopila las mejores imágenes aportadas al concurso radiofónico de epitafios del programa “No es un día cualquiera”, dirigido por Pepa Fernández en Radio Nacional.

En torno a la muerte, además de inmenso dolor, puede haber mucho morbo, pero también mucha antropología, mucha genialidad y mucho sentido del humor. Y aunque ya sabemos que falsamente se atribuye a Groucho Marx el epitafio “Perdonen que no me levante” (en la lápida del columbario donde están depositadas sus cenizas en el cementerio Eden Memorial Park de California sólo figura su nombre artístico y las fechas de nacimiento y muerte, 1890-1977, con una estrella de David en medio por su origen judío), sí existe una lápida en el cementerio Sur de Madrid, entre muchas otras en el mundo, que honra ese mito (Concostrina, p. 129).

Algunos epitafios conmueven: "Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Viví de tal manera, que cuando morí, todos lloraron y yo reí. La marihuana es lo que tiene", del cementerio de Riópar Viejo, en Albacete (Concostrina, p. 125). En este caso, las cosas no son como parecen: el muerto estaba enfermo de cáncer con algún cuidado paliativo para aliviar el dolor, según se informó la periodista.

Otros epitafios resultan ácidos, como "Aquí yaces y haces bien, tú descansas, yo también", del cementerio General de Valencia (Concostrina, p. 85). Pero muchos –ya sea por voluntad del muerto o de los familiares- trivializan la muerte con humor negro: "Que conste que yo no quería", cementerio de Santa Isabel de Vitoria (Concostrina, p. 96), una clara puntualización por si cabía alguna duda; "Te dije que estaba enfermo", del cementerio anglicano de Saint Thomas, en Winchelsea, East Sussex, Inglaterra (Concostrina, pp. 206-207), todo un reproche a los incrédulos; o el entusiasta "¡Esto es increíble!", del cementerio de Reis, en Pontevedra (Concostrina, p. 148).

Y para el que se atreva a profanar una tumba, este fulminante epitafio: "Todo el que le haga daño o le quite algo a los muertos le entre cáncer negro en la boca del estómago", del cementerio de Huelva (Concostrina, p. 116).

Yo me quedo, no obstante, con la sagacidad y optimismo de este otro epitafio del cementerio de Cistierna, en León (Concostrina, p. 121): "Estoy muerto, enseguida vuelvo", quién sabe si pensando en posibles acreedores.
 
*CONCOSTRINA, Nieves. ...Y en polvo te convertirás. Epitafios: los muertos tienen la última palabra, La Esfera de los Libros, Madrid, 2010.

(Gracias, Elena, por tus referencias)

Nieves Concostrina, firmando su último libro, …Y en polvo te convertirás, tras una conferencia en Tenerife.
Foto: Carmen del Puerto

MUERTOS: Murieron con las botas puestas


Restos arqueológicos del Museo de Sitio de Teotihuacán (México).
Foto: Carmen del Puerto.

Ignoro si a los de la foto los enterraron vivos, como era costumbre en los sacrificios humanos de muchas culturas americanas (ver entradas anteriores de este blog). Pero seguro que no se plantearon dejarles las botas. Raoul Walsh sí lo hizo en 1941 con el General Custer (alias Errol Flynn) y los 600 soldados del Séptimo de Caballería, que murieron en Little Big Horn, a manos los 6.000 indios sioux y cheyenes liderados por Caballo Loco y Toro Sentado, más americanos que aquellos. Una épica película de un mítico encuentro que ganaron los indios, aunque sin duda fue un éxito efímero. Los pocos pieles rojas que sobrevivieron acabaron confinados en reservas, tras ver diezmados sus bisontes y expropiadas sus tierras. Una cruenta empresa americana con un poderoso móvil económico: la incorporación al circuito capitalista de cientos de miles de hectáreas de tierras aptas para la agricultura y la ganadería que confiscaron a los indios, al margen de la fiebre del oro. De ahí que para consolidar la ocupación del territorio, se adoptara una política que no tuvo reparos en exterminar físicamente a los naturales del lugar.

MUERTOS: Epigrafía funeraria

 
Aras sepulcrales con inscripciones latinas del Museo de la antigua ciudad romana de Tipasa, en la actual Argelia.
Fotos: Carmen del Puerto.
 
Fragmentos de inscripciones epigráficas del Museo de Tipasa, en Argelia.
Foto: Carmen del Puerto.

 
Aras sepulcrales con inscripciones latinas de la antigua ciudad romana de Volubilis, en el actual Marruecos. 
Fotos: Carmen del Puerto.

Si estudias Historia Antigua y Epigrafía Latina, sabrás quién era un tal Theodor Mommsen, creador del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL) y premio Nobel de Literatura en 1902. Para este jurista, filólogo e historiador alemán, interpretar las inscripciones latinas del Imperio Romano era “pan comido”. Para mí, un “hueso duro de roer”. Aun así, pude con esta inscripción, una de las más sencillas con probabilidades de caer en el examen:

Ara sepulcral (CIL VI 14150) conservada en el Museo Capitolino (Roma).

D . M
C . CALPURNIUS
C . LIB . BERYLLUS
HIC . SITUS . EST
VIX . ANN . XXI

Del análisis arqueológico deducimos que se trata de un ara sepulcral de mármol muy ornamentada, encontrada en Roma (seguramente a las afueras, por tratarse de una inscripción de carácter privado, como veremos) y conservada en el Museo Capitolino de esta misma ciudad. Está catalogada en el célebre Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL), en el volumen VI, con el número 14150. Este catálogo organiza las inscripciones con criterios geográficos, lo que resulta de gran ayuda para la investigación histórica. Sabemos las medidas (72,5 x 59 x 40 cm), siendo el campo epigráfico de 24 x 27 cm y la altura de las letras de 2,5-3 cm. La cartela del texto epigráfico se encuadra entre dos columnas corintias, sobre las que descansa un elemento de cierre horizontal o arquitrabado. Cuenta con dos fajas decorativas de desarrollo horizontal, a modo de friso, por encima y por debajo de la cartela con la inscripción. En la faja superior vemos un relieve en el que aparecen esculpidas dos cabezas de carnero en los extremos que miran de perfil hacia un rostro humano frontal situado en el medio. Si bien podrían tener el valor de animales psicopompos, que transportan las almas de los muertos, también podrían representar los animales ofrendados en este altar de sacrificios. La imagen central podría ser Júpiter, el dios de los dioses en el panteón romano. En la faja inferior aparece una escena esculpida de un banquete funerario, con tres figuras humanas mirando al frente. La figura central, supuestamente el difunto, se encuentra reclinado acompañado de dos sirvientes o custodias a los lados. Se aprecia un gran detalle en el relieve: pliegues en los vestidos, peinados, un objeto en la mano del individuo que está tumbado...

Según un análisis formal, la inscripción presenta una exquisita factura a primera vista. Las letras están perfectamente impresas, son todas del mismo tamaño y forma, bien dispuestas en el espacio y con signos de interpunción muy esmerados, lo que en principio indica la experiencia y el cuidado del tallador, la importancia del encargo y la disponibilidad económica del titular que lo financia. La letra corresponde al tipo “capital cuadrada”, lo que significa cierta ubicación cronológica para el monumento, que estaría comprendida entre los siglos I y III de la era.

Analizando el texto epigráfico, encontramos que encabezan este texto las siglas DM, iniciales de D(iis) M(anibus), una invocación a los dioses Manes. Esta dedicatoria es la habitual al tratarse de un ara funeraria: los dioses Manes protegen a los muertos. El texto es breve y en él identificamos a dos individuos: Uno de ellos es el muerto: C(aius) CALPURNIUS BERYLLUS, que aparece en nominativo. Un liberto que toma el praenomen (Caius) y el nomen (Calpurnius) de su libertador, que en este caso sería Cayo Calpurnio (ignoramos su cognomen), dato que deducimos de C . LIB, de C(aius) LIB(ertus), es decir, liberto de Cayo. El liberto conserva su nombre de pila como cognomen: Beryllus. Los esclavos, al ser liberados, adquirían la condición jurídica de su patrono, en este caso, de ciudadano romano, lo que refrenda la posesión de una onomástica completa o trianómina. La penúltima línea de texto responde a la fórmula funeraria HIC SITUS EST –que en esta ocasión no aparece abreviada-, es decir, “aquí yace”. Según la última línea, el muerto murió joven: vivió 21 años, VIX (it) ANN (orum) XXI.

La traducción, por tanto, sería: “Para los dioses Manes. Aquí yace Cayo Calpurnio Beryllo, liberto de Cayo, que vivió 21 años”. La brevedad del texto posiblemente se debe a la condición de liberto del individuo al que está dedicada, si bien el dedicante se esforzó en otorgarle un monumento funerario de cierto lujo.

Fuentes epigráficas como ésta nos informan, por tanto, de las relaciones sociales en el mundo antiguo y, en concreto, de la que mantuvieron hombres libres con sus libertos, las cuales pudieron ser muy estrechas o especiales a juzgar por esta inscripción. Es una fuente primaria dado que sale directamente de la antigüedad, aunque desgastada por el tiempo. No obstante, sabemos que esta propiedad no es garantía de total objetividad.

MUERTOS: Un nombre en cada hoja de un sauce llorón


 Memorial del Holocausto del escultor húngaro Imre Varga, en Budapest (Hungría).
Foto: Carmen del Puerto.

Lápidas cubiertas por la nieve de judíos húngaros fallecidos en el invierno de 1944-1945. 
Patio interior de la Gran Sinagoga de Budapest.
Foto: Carmen del Puerto.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes crearon un ghetto en Budapest que sirvió como lugar de reunión para la posterior deportación de judíos a los tristemente célebres campos de concentración. Muchos judíos húngaros se refugiaron en la gran y ecléctica sinagoga de la Calle Dohány, pero miles murieron debido a las bajas temperaturas del crudo invierno de 1944-1945. Sus cuerpos están enterrados en el patio interior de la sinagoga, próximos a El árbol de la vida, un memorial diseñado por Imre Varga en 1991. La peculiar escultura se halla sobre el empedrado Jardín del Recuerdo dedicado a Raoul Wallenberg, diplomático sueco que evitó el exterminio de muchos judíos. En cada hoja de este árbol llorón de metal se puede leer el nombre de uno de los 60.000 judíos húngaros que murieron víctimas del Holocausto.