sábado, 14 de julio de 2012

CULTURAS AMERICANAS: Matilde Asensi y la novela histórica


 
 La Puerta del Sol de Tiahuanaco. Fotograma del documental sobre esta cultura andina de la serie de TVE “El Imperio del Sol”, escrita, dirigida y presentada por Jiménez del Oso en 1989.

Detalle de La Puerta del Sol con la grieta provocada por un rayo. Fotograma del documental de TVE “Tiahuanaco”, de Jiménez del Oso.
Foto con efecto: Carmen del Puerto.

Me fascina la novela histórica, sobre todo cuando está bien documentada. Las obras sobre el Egipto Antiguo de Christian Jacq, Yo, Claudio, de Peter Graves, Los Pilares de la Tierra, de Ken Follet, o El nombre de la Rosa, de Umberto Eco, son algunos ejemplos clásicos, todos ellos fieles a sus respectivas épocas históricas según las críticas académicas. Pero que los historiadores bendigan una novela (o una película), no es muy frecuente que digamos. Yo acabo de leer El origen perdido, de Matilde Asensi, después de haber estudiado la cultura andina de Tiahanaco. Ahora sé que me podría haber ahorrado muchas lecturas de haber consultado este libro previamente, tal es la calidad documental de los best seller de la escritora española. Pero en sus tramas argumentales Asensi termina combinando el rigor histórico con la fabulación más delirante. Ahora se atreve con Mesoamérica y el oro de los mexicas en La conjura de Cortés, que cierra su trilogía Martín Ojo de Plata y que seguro será otro volumen superventas. Lo leeré confiando en aprender un poco más de la cultura azteca, aunque el conquistador extremeño termine siendo un marciano de la Guerra de las Galaxias.

Tiahuanaco es uno de los lugares más insólitos del continente americano, un rincón de Bolivia poblado de estatuas de extrañas formas y dotado de un pasado donde algunas culturas “pudieron regirse por calendarios imposibles, alzando también templos y altares con una tecnología en apariencia impensable para una cultura de miles de años de antigüedad”, decía un siempre esotérico Jiménez del Oso que debió de inspirar a Matilde Asensi.

Tiahuanaco, también llamada Taipicala, la máxima expresión del antiguo pueblo aymara, fue el lugar donde se inició el gran culto al Sol, que luego heredaron los incas. Tiahuanaco se halla a casi 4.000 m sobre el nivel del mar y a solo 20 km al sur del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, en el altiplano boliviano. Dada su altitud, su paisaje es pobre en vegetación y prácticamente desprovisto de árboles. Las noches son gélidas, ya que su emplazamiento está rodeado por cumbres de nieves perpetuas. “Es una tierra inhóspita donde el hombre se ha impuesto a fuerza de tenacidad”. Por eso sorprenden las construcciones de Tiahuanaco, que tanto alabó el cronista español Pedro Cieza de León en el siglo XVI. En esta ciudad del altiplano se levantaron templos monumentales con piedras gigantescas de más de 100 toneladas extraídas de canteras muy lejanas y cortadas perfectamente para que encajaran sin necesidad de argamasa, técnica que luego heredaron los incas.

 
Fotogramas del documental de TVE “Tiahuanaco”, de Jiménez del Oso.

De todos los aspectos de la sociedad de Tiahuanaco, destaca la religión. Un personaje se repite con frecuencia en la piedra y en la cerámica. Es la figura central de la Puerta del Sol que ilustra esta entrada, un gigantesco vano monolítico de andesita, de más de 10 toneladas de peso y casi 4 metros de altura, en cuyo dintel se esculpió la imagen de una divinidad. Se trata presumiblemente del mítico Viracocha, también llamado el Dios de las Varas, el más destacado entre los dioses del ámbito andino, con forma humana y rayos solares terminados en jaguares saliendo de la cabeza.

Esta divinidad y las llamadas Cabezas Clavas, algunas de aspecto monstruoso, esculpidas en piedra y fijadas en los muros de Tiahuanaco, guardianas del recinto para ahuyentar a los malos espíritus o cabezas trofeos de los enemigos, también aparecían en otra cultura andina: Chavín de Huántar. La influencia de esta cultura preincaica fue evidente tanto en la sierra como en la costa peruana, siendo Tiahuanaco testimonio de ello. Ambas fueron centros ceremoniales donde acudían peregrinos de las aldeas próximas de la región andina para hacer sus ofrendas; luego regresaban a las poblaciones difundiendo así la cultura que habían conocido. De la misma forma se hizo sentir la influencia de Tiahuanaco, centro espiritual y político, hasta en el poderoso Imperio Inca.

Sobre Tiahuanaco, “las interpretaciones fantasiosas y las escasas excavaciones estratigráficas han hecho que todavía hoy sean muchos los aspectos desconocidos de esta cultura” (ALCINA FRANCH, José. Las culturas precolombinas de América. Alianza. Madrid, 2009. p. 162.). Se necesitan certezas, basadas en la investigación, dificultada por el fruto de una despiadada aculturación que reutilizó las piedras de los templos de Tiahuanaco para construir edificios en La Paz o cimentar las vías de un ferrocarril.

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