sábado, 22 de octubre de 2011

OBELISCOS: Símbolos masónicos


 Extremo superior del obelisco de Thutmosis III en Estambul (Turquía).
Foto: Carmen del Puerto.

Obelisco de Ramsés II en París (Francia).
Foto: Carmen del Puerto.

Siempre me gustó la Hermenéutica, que no describe ni explica, sino que interpreta, ya sean signos o palabras. Tras el término, uno de mis dioses favoritos: Hermes, el mensajero del Olimpo, protector de muchos colectivos, ente ellos viajeros, oradores, literatos y poetas; patrono de la comunicación y del entendimiento, aunque también dios de la magia, de la astucia y del engaño. En verdad, una divinidad muy versátil, cuya rica iconografía incorporaba falos enhiestos que se alzaban en los cruces de calles y caminos.

Los egipcios amaban los símbolos, también los masones. Quizá, por eso, estos últimos añadieron pirámides y obeliscos a sus escuadras y compases. Si en el Egipto Antiguo se construyeron colosales maravillas en piedra, los albañiles medievales (masones en francés) no se quedaron atrás levantando catedrales góticas. Claro que para mantener el monopolio debían preservar sus secretos profesionales. De ahí el lenguaje encriptado y los ceremoniosos procesos de selección en los talleres o logias. Todo ello bajo la atenta mirada del Gran Arquitecto del Universo.

De simbolismo incierto, los obeliscos serían, en cualquier caso, una imagen de vida, donde caben las interpretaciones solares –como rayos petrificados y, por tanto, de carácter sagrado, dignos de veneración y respeto- y exégesis fálicas. Lo más curioso es que, siendo símbolos paganos que se alzaban a la entrada de los templos egipcios, muchos de ellos presidan ahora las plazas de grandes basílicas y coronados y coronados con cruces.

 Obelisco de la Plaza de San Juan de Letrán en Roma (Italia).
Foto: Pedro del Puerto.

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