sábado, 16 de junio de 2012

ESTAMBUL: La marcha turca


 
 Espectáculo de derviches en el monasterio mevlevi próximo a la Torre Gálata de Estambul.
Fotos: Marta Lorena García Alonso.

Suena irreverente mi título tratándose de una cofradía mística sufí, porque lo que bailan los derviches no es la “Marcha Turca” de Mozart, aunque este último movimiento de la sonata para piano n. 11 imitaba el sonido de las bandas turcas de jenízaros. 

No danzan a las órdenes de Sydney Pollack forzando los límites de su resistencia física y psíquica ante una multitud morbosa, como lo hacían los concursantes de la película Danzad, danzad, malditos (1969). Los derviches mevlevi (“giróvagos”) –Mevlana (“nuestro maestro”) era el tratamiento dado al poeta y filósofo persa Rumi del siglo XIII que creó la orden- giran y giran febrilmente hasta alcanzar el éxtasis religioso, en comunicación directa con Alá. Y lo hacen hipnóticamente, con los brazos extendidos y las palmas de las manos una alzada hacia el cielo y la otra vuelta hacia la tierra. Giran como si fueran planetas, primero lentamente y luego a gran velocidad, de 20 a 30 giros por minuto, sincronizadamente y sin marearse gracias a una técnica muy ensayada y supervisada por su maestro.

Estos espectáculos, muy vinculados al Imperio Otomano, se han recuperado en Turquía para el turismo tras la prohibición expresa kemalista de décadas anteriores.


 Músicos derviches.
Foto: Marta Lorena García Alonso.

Esta danza-meditación sagrada (Sema), una suerte de viaje chamánico del espíritu, se acompaña de voces, coro y música con instrumentos turcos: ney (flauta), küdüm (timbales), kanun (cítara), rebab (violín de tres cuerdas), saz (laúd de mástil largo de siete cuerdas) y tambur (laúd de mástil largo de tres cuerdas). 


 Vestimenta derviche.
Fotos: Marta Lorena García Alonso.
 
Los derviches aparecen vestidos simbólicamente con un manto largo y negro, que representa su tumba y el mundo material. De él se despojan dejando a la vista sus trajes blancos con faldones (o de colores si son mujeres), que remiten al misterio de la muerte y, por tanto, de la resurrección. El sombrero de color tierra simboliza la lápida mortuoria del ego.



 
 
 Espectáculo de derviches en la casa de Dede Efendi en Estambul, el músico que fascinó al sultán Selim III.
Fotos: Carmen del Puerto.

La Sema concluye recitando versos del Corán: “A Alá pertenecen el Oriente y el Occidente. Por tanto, a donde quiera que os giréis, encontraréis el rostro de Alá. ¡En verdad, Alá todo lo abarca, es sabio!” (Sura Al-Baqara, La Vaca, 2,115).
 
  
A la izquierda, busto del derviche mevleví Dede Efendi (1778-1846). 
A la derecha, ilustración antigua de un danzante giróvago.
Fotos: Carmen del Puerto.



La “Marcha Turca” de Mozart, que da título a esta entrada:

Música turca más contemporánea que recomiendo:
“Dudu” de Tarkan:

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