sábado, 31 de marzo de 2012

Aparta de mí este cáliz

La copa de Néstor de Micenas. Museo Arqueológico de Atenas.

Esta copa de oro fue hallada en 1876 en las tumbas de Micenas por el millonario prusiano Heinrich Schliemann, aficionado a la arqueología, descubridor de Troya y empeñado en demostrar la historicidad de la Iliada. En la obra de Homero –si es que realmente existió un autor griego con ese nombre y no los rapsodas que podrían ocultarse bajo el mismo- se hace la siguiente descripción: “…una copa de bello contorno traída de casa por el anciano, tachonada con áureos clavos. Las asas que tenía eran cuatro. A ambos lados de cada asa dos palomas áureas picoteaban, y por debajo había dos soportes. Cualquier otro a duras penas podía moverla de la mesa estando llena, pero el anciano Néstor la alzaba sin fatiga. En ella les hizo la mezcla la mujer, semejante a las diosas, a base de vino pramnio. Encima ralló queso de cabra con un broncíneo rallador, luego roció blanca harina y cuando terminó de arreglar la mezcla, los animó a beber.” (Ilíada, XI, 632-641). Y es que quien bebía de esta copa pronto era presa del deseo de Afrodita, coronada de belleza.

Lo que sí es histórica es la presencia del vino en culturas y religiones de todos los tiempos, aunque con distinta valoración. Así, por ejemplo, el Islam considera la ingestión de bebidas alcohólicas una trasgresión de la ley divina que ha de ser castigada, aunque el vino es un premio destacado en el Paraíso. En el Cristianismo, sin embargo, el fruto de la vid alcanza una categoría sagrada tan elevada que llega a transustanciarse para convertirse en la sangre de Cristo, mientras que una copa puede ser símbolo de la voluntad divina. Razones que explican la súplica de Jesús en el Huerto de los Olivos: “Padre, aparte de mí este cáliz”.

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