sábado, 26 de noviembre de 2011

Kinshasa Symphony


 Cartel del documental congoleño Kinshasa Symphony
(De Martin Baer y Claus Wischmann, 2010).
 
En un continente que se alimenta de hambre y lucha contra la guerra. En un país con un río literario donde ambientar el corazón de las tinieblas. En la capital de la República Democrática del Congo, en el antiguo Zaire de Mobutu o en el más viejo Congo belga. En sus polvorientas y caóticas calles, en sus insalubres y míseras chabolas... Allí, donde se suceden golpes de Estado más que golpes de batuta, un pueblo imbatible ensaya un repertorio de Mozart o Beethoven, hace arreglos al bolero de Ravel –sólo ellos se atreven- y construye sus propios contrabajos destripando el único de que disponen. Allí, donde los cortes de luz son habituales, los músicos siguen tocando en la oscuridad –aunque se hunda el Titanic-, y los propios violinistas reparan las averías eléctricas en el momento. Allí, donde sólo hablan un lingala nativo y un francés colonial, el coro aprende partituras en obligado alemán y soporta las filípicas de un director que confiesa no haber estudiado música. Hablo de los 200 miembros de Kinshasa Symphony, maravillosa orquesta nacida de la nada, hermoso himno de la alegría y título de un espléndido documental con un final sencillamente apoteósico.

Documental proyectado en el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología con motivo del festival WOMAD Las Palmas 2011. Formaba parte del Ciclo de Cine Africano organizado por Casa África, en colaboración con la ONGD Al Tarab y su programa Cinenómada, e integrado por una selección de películas que han pasado por el magnífico Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT).

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