Restos
humanos del Museo Arqueológico de Rabat (Marruecos).
Foto:
Carmen del Puerto.
La periodista Nieves Concostrina suele
hacer reír con su peculiar forma de contar algunos episodios históricos, ya sea
con su potente voz radiofónica o con su mordaz literatura. En uno de sus
primeros libros, Menudas historias de la
Historia, ofrecía una numerosa relación de “anécdotas, despropósitos,
algaradas y mamarrachadas de la Humanidad”. En otro, Polvo eres, compartía con los lectores “peripecias y extravagancias
de algunos cadáveres inquietos”. Y en el último, …Y en polvo te convertirás*, cuyo título completa la sentencia
bíblica, recopila las mejores imágenes aportadas al concurso radiofónico de
epitafios del programa “No es un día cualquiera”, dirigido por Pepa Fernández
en Radio Nacional.
En torno a la muerte, además de inmenso
dolor, puede haber mucho morbo, pero también mucha antropología, mucha
genialidad y mucho sentido del humor. Y aunque ya sabemos que falsamente se
atribuye a Groucho Marx el epitafio “Perdonen que no me levante” (en la lápida
del columbario donde están depositadas sus cenizas en el cementerio Eden
Memorial Park de California sólo figura su nombre artístico y las fechas de nacimiento
y muerte, 1890-1977, con una estrella de David en medio por su origen judío),
sí existe una lápida en el cementerio Sur de Madrid, entre muchas otras en el
mundo, que honra ese mito (Concostrina, p. 129).
Algunos epitafios conmueven: "Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Viví de
tal manera, que cuando morí, todos lloraron y yo reí. La marihuana es lo que
tiene", del cementerio de Riópar Viejo, en Albacete (Concostrina, p. 125).
En este caso, las cosas no son como parecen: el muerto estaba enfermo de cáncer
con algún cuidado paliativo para aliviar el dolor, según se informó la
periodista.
Otros epitafios
resultan ácidos, como "Aquí yaces y haces bien, tú descansas, yo
también", del cementerio General de Valencia (Concostrina, p. 85). Pero
muchos –ya sea por voluntad del muerto o de los familiares- trivializan la
muerte con humor negro: "Que conste que yo no quería", cementerio de
Santa Isabel de Vitoria (Concostrina, p. 96), una clara puntualización por si cabía
alguna duda; "Te dije que estaba enfermo", del cementerio anglicano
de Saint Thomas, en Winchelsea, East Sussex, Inglaterra (Concostrina, pp.
206-207), todo un reproche a los incrédulos; o el entusiasta "¡Esto es
increíble!", del cementerio de Reis, en Pontevedra (Concostrina, p. 148).
Y para el que
se atreva a profanar una tumba, este fulminante epitafio: "Todo el que le
haga daño o le quite algo a los muertos le entre cáncer negro en la boca del
estómago", del cementerio de Huelva (Concostrina, p. 116).
Yo me quedo, no
obstante, con la sagacidad y optimismo de este otro epitafio del cementerio de
Cistierna, en León (Concostrina, p. 121): "Estoy muerto, enseguida
vuelvo", quién sabe si pensando en posibles acreedores.
*CONCOSTRINA, Nieves. ...Y en polvo te convertirás. Epitafios: los
muertos tienen la última palabra, La Esfera de los Libros, Madrid, 2010.
(Gracias, Elena,
por tus referencias)
Nieves Concostrina,
firmando su último libro, …Y en polvo te
convertirás, tras una conferencia en Tenerife.
Foto: Carmen
del Puerto
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