Escena
con figuras de cera de la recepción que los Reyes Católicos dieron a Colón a su
regreso de América.
Museo de Cera de Madrid.
Foto:
Carmen del Puerto.
Una efeméride de calendario. Un personaje de los que
hacen Historia. Un diario de a bordo. Unas tierras por conquistar. Todo un
descubrimiento al otro lado del Atlántico. Toda una aventura escrita por
monarcas poderosos, pero afortunadamente “filtrada” –en todas sus acepciones-
para historiadores postreros. Y entre líneas, unas islas, un laboratorio
previo, un elemento de comparación, además de plataforma intercontinental y
matriz “colonizadora” (¿acaso la herencia etimológica de Colón?). En
definitiva, una contribución aún no bien determinada, la del archipiélago
canario al Nuevo Mundo y viceversa. Una conexión establecida ya –al menos- a
finales del siglo XV y mantenida sin fisuras hasta la actualidad.
Así encabecé un
trabajo universitario titulado “El Diario de Colón: Canarias entre líneas”. En
él comentaba uno de los diarios, hoy perdido, que el genovés escribió en sus
viajes y del que se hicieron varias copias con mayor o menor fidelidad. Una
inspiró a su incondicional hijo, Hernando Colón, su Historia del Almirante. Otra, que se conserva en la Biblioteca
Nacional de Madrid, fue glosada por el dominico fray Bartolomé de las Casas. En
mi estudio analizaba el nexo de continuidad histórica entre las conquistas
canaria y americana y los paralelismos que se establecieron entre indios y aborígenes
canarios. Colón supuestamente conocía bien las Islas, como a doña Beatriz de
Bobadilla, gobernadora de la Gomera, y es que Canarias fue, como sabemos,
escala obligada en la aventura de América.
Pero haciendo este trabajo tropecé
con…
UN INQUIETANTE
PRETÉRITO PERFECTO
Con la protocolaria
toma de posesión de la primera tierra americana, Colón hacía uso de las
“Capitulaciones” acordadas con los Reyes Católicos en la villa de Santa Fe de
la Vega de Granada el 17 de abril de 1492. Este documento regulaba las
condiciones en que se realizaría la proyectada expedición hacia “las Indias”,
que terminó llevando al Almirante a las costas de América.
Las condiciones de
Colón fueron desmesuradas. La nobleza castellana y sus privilegios le habían
deslumbrado. Formar parte de ella era su gran aspiración. Los Reyes Católicos
aceptaron prácticamente todas las mercedes solicitadas, pero sorprende que lo
hicieran porque fueron exigencias impuestas por un extranjero que, además,
tenía a la ciencia en contra. Y aquí es donde se cuela la controvertida tesis
del predescubrimiento.
El objetivo claro
del primer viaje de Colón era llegar por la ruta de Occidente, un nuevo camino,
a los dominios orientales de la India del Gran Khan, conocido en Europa por los
escritos que dos siglos antes hiciera Marco Polo. Pero el preámbulo de las
Capitulaciones reconoce navegaciones y descubrimientos colombinos anteriores a
1492. Tal y como figura en las copias conservadas del original perdido, hay un
pretérito perfecto sospechoso que así lo sugiere. El cronista Bartolomé de las
Casas lo consideró un error del copista y cambió un “ha descubierto”” por un
“ha de descubrir” refiriéndose a las nuevas tierras. Esto podría significar que
Colón ya se atribuía navegaciones por el Océano y descubrimiento de tierras.
Pero no sólo eso. El
10 de octubre, Colón tuvo que hacer frente a un motín en toda la armada. Los hermanos
Pinzones, que capitaneaban la Pinta y la Niña, dieron tres días de plazo para
encontrar tierra y, si no, regresar. Según algunos autores (entre ellos, Juan
Manzano y Manzano en Colón y su secreto),
el Almirante, forzado por estas circunstancias, se vio obligado a revelarles el
conocimiento que tenía de esas tierras y a enseñarles el mapa donde las tenía
pintadas.
¿Hipótesis con
fundamento histórico o tema para Cuarto Milenio?
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