sábado, 21 de julio de 2012

CULTURAS AMERICANAS: Rituales de autosacrificio


 Fresco mural del yacimiento maya de Bonampak, en el estado de Chiapas (México).
Foto: Carmen del Puerto.

 Copia del dintel 24 del Edificio 33 del yacimiento maya de Yaxchilán, en el estado de Chiapas (México). 
Original, en el British Museum de Londres.
Foto: Carmen del Puerto.

Los mayas no eran vampiros ni masoquistas, pero tampoco hemofóbicos. De los ritos de sangre no se libraba nadie. Hasta los reyes daban ejemplo con autosacrificios. Después de días de ayuno y de preparación espiritual, anestesiados con alguna droga, se perforaban el prepucio con púas de hueso o espinas de mantarraya y derramaban su sangre sobre cintas de papel. Al quemarse estas cintas, los mayas creían ver a los dioses en el humo que se elevaba. Los reyes establecían así comunicación mística con la divinidad.

Se trataba de una práctica ritual extendida entre los miembros de las élites mayas para cuando querían consagrar un acontecimiento importante. Se perforaban el pene, los lóbulos de las orejas y la lengua, con el propósito de que la sangre derramada sirviera de nutriente a los dioses.

También las mujeres hacían autosacrificios, entre ellas las esposas del rey. Lo podemos ver en el muro este del Templo de las Pinturas de Bonampak (primera imagen de esta entrada), en Chiapas (México). En la escena, una mesa decorada sirve de apoyo a tres mujeres con túnica blanca que, en presencia de un cortesano arrodillado a la derecha, se perforan la lengua. También solían perforarse los genitales. Al pie de la mesa, una mujer sostiene a un niño, supuestamente el heredero del rey maya Chaan Muan II.

En la segunda imagen, un dintel de Yaxchilán que los ingleses se llevaron al British Museum dejando una copia en su lugar, el rey maya Escudo-Jaguar el Grande acepta, bajo la luz de una antorcha, la ofrenda de sangre de su esposa. La Señora K’abal Xook se atraviesa la lengua con una cuerda de espinas de obsidiana. Quizá después se puso un piercing de jade.

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