Escultura en piedra que representa a Quetzalcóatl o
Serpiente Emplumada, una de las deidades más antiguas e importantes de
Mesoamérica. Museo de Sitio de Teotihuacán (México).
Foto: Carmen del Puerto.
Ilustraciones de los dioses Quetzalcóatl (izquierda) y Tláloc (derecha) que
aparecen en el Códice Borbónico, uno
de los códices mexicas precolombinos. Biblioteca de la Cámara de los Diputados
de París.
Imágenes parciales de la réplica, con su colorido
original, de la Pirámide de la Serpiente Emplumada de Teotihuacán.Museo Nacional de Antropología de México.
Foto: Carmen del Puerto.
Tengo un amigo para quien no existen palabras
impronunciables, que memoriza sin esfuerzo tanto topónimos árabes como fechas
calendáricas mayas. Y a mí, que tanto me costó aprender “supercalifragilisticoexspialidoso”,
esa facilidad lingüística me da mucha envidia. Pero, a base de inolvidables
lecturas, como El dios de la lluvia llora
sobre México, del húngaro László Passuth, ya me atrevo con dos términos en
náhuatl (la lengua azteca): Quetzalcóatl, dios civilizador por excelencia del
que proceden la mayoría de los mitos característicos del valle de México, y Tláloc,
dios de la lluvia, el trueno y la tempestad.
En vista de su regeneración, tan patente en
el cambio de piel, la serpiente (coatl) era un símbolo de resurrección para los
pueblos mesoamericanos. Pero si encima llevaba plumas de quetzal (ave tropical
de larga cola y llamativos colores), simbolizaba la fertilidad, el renacimiento
vegetal: la tierra aparecía cubierta por los brotes verdes del maíz. De ahí
devino en divinidad. Engendrada por los Dioses creadores, Quetzalcoatl ("Kukulcan"
en maya) fundó dinastías y aceptó el encargo de restaurar a los seres humanos,
así como proporcionarles después su alimento. Aparece en las antiguas leyendas
realizando un viaje a Mictlan, "la región de los muertos", en busca
de los "huesos preciosos" que servirán para la formación de los
hombres. Moctezuma, emperador azteca que recibió a Hernán Cortés en la ciudad
de Tenochtitlán, confundió a éste con Quetzalcóatl creyendo que se cumplía la
profecía del retorno de oriente del “hombre blanco barbado”.
La relación de Quetzalcóatl con Tláloc, cuyo
emblema eran dos serpientes enroscadas, era muy estrecha. El dios de la lluvia
también evocaba fertilidad. Era el padre de las nubes, que provocaban los
distintos tipos de lluvia. Anualmente se sacrificaban muchas doncellas y niños en
su honor. Si los niños lloraban, se tomaba como buen augurio para la estación
lluviosa.
En la Ciudadela de Teotihuacán hay 15 templos,
entre ellos, uno piramidal, con 365 cabezas esculpidas de piedra de estos
dioses nadando entre conchas y caracoles. Se trata de la Pirámide de la Serpiente Emplumada, bajo la cual se
descubrieron, junto con ricas ofrendas, más de doscientos cadáveres amarrados
de personas que fueron sacrificadas, en su mayoría vestidas con atuendos
militares y acompañadas de armas. Así que los teotihuacanos, de pacíficos, nada
de nada.
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