Placa con datación en escritura maya de la fecha de
inauguración de la “Casa de los Árboles de Piedra de Tikal”, nombre con el que
se identifica al museo lítico del Centro de Visitantes del Parque Nacional de
Tikal (Guatemala).
Foto: Ricardo Porras.
Panel con glifos mayas en el Museo de Sitio de
Palenque (Chiapas, México).
Foto: Carmen del Puerto.
El religioso español Fray Diego de Landa, que vivió en la península de
Yucatán entre 1549 y 1578, quiso evangelizar a los nativos a toda costa y hoy
se guarda un mal recuerdo de su cruel acción inquisidora. “En uno de los peores
actos de vandalismo cultural de la historia” –en palabras de Jared Diamond,
autor de Colapso. Por qué unas sociedades
perduran y otras desaparecen- quemó todos los manuscritos mayas que pudo
localizar en su afán por acabar con el “paganismo” o “falsedades del demonio”.
De ahí que, en la actualidad, sólo nos queden cuatro de estos manuscritos (escritos
con caracteres llamados “glifos”), los códices conocidos por el lugar donde se
conservan: Dresde, Madrid, París y Nueva York, que tratan sobre todo de
astronomía y calendario.
Pero, paradójicamente, al franciscano pirómano también se le debe una
descripción detallada de la sociedad maya junto a una confusa explicación que
recibió de un informante acerca de su peculiar escritura. Casi cuatro siglos
después se demostró que aquella información contenía pistas para el
desciframiento de la misma.
Hoy, muchos quieren convencernos de que en esa escritura está marcado
el destino de la Humanidad, seguramente porque vender milenarismos y
apocalipsis siempre ha sido muy rentable. Por ello no creo en las “siete
profecías mayas” ni en el fin del mundo previsto para el 21 de diciembre de
2012. Según el astrofísico y experto en Arqueoastronomía Juan Antonio Belmonte,
conocedor de las culturas mesoamericanas y, en especial de la cultura maya, una
de las únicas inscripciones que hablan del supuesto fin de un ciclo del tiempo
en 2012 está en el Monumento 6 de Tortuguero, un yacimiento maya de la costa
del golfo de México. Sin embargo, en ella faltan dos de los glifos esenciales
para la comprensión del texto, que están dañados, y sólo puede leerse “El
decimotercer Bak’tun finalizará en 4 Ahau, 3 K’ank’in. ¿…? occurrirá. (Será) el
descenso (?) del Dios(es) “Nueve Apoyos” a el ¿…?”. La otra inscripción,
descubierta recientemente en La Corona (Guatemala), así como textos glíficos
hallados en Palenque y otros lugares demuestran que para los mayas no acaba
ningún ciclo en 2012 y que el tiempo va más allá de este año.
Los mayas disponían de tres formas de computar el tiempo: los
calendarios Tzolkin, de 260 días, y Haab,
de 365 días, y la Cuenta Larga.
En el primer calendario, con funciones religiosas y adivinatorias, la
unidad básica es el día, que combina un número del 1 al 13 y un conjunto de 20
días con su propio nombre (Imix, Ik,
Akbal, Kan, Chicchan, Cimi, Manik, Lamat, Muluc, Oc, Chuen, Eb, Ben, Ix, Men,
Cib, Caban, Etz’nab, Cauac y Ahau).
Los días se contarían asimilando un número a un día de manera sucesiva hasta
hacer coincidir de nuevo el número 1 con el día Imix, lo que sucedía pasados 260 días y que completaba así un ciclo
tzolkin.
El segundo ciclo, Haab o Año
Solar, de carácter civil y agrícola, tiene 18 meses de 20 días cada uno, más un
mes adicional de cinco días que sirven para construir el año astronómico de 365
días. Cada mes tenía también su nombre: Pop,
Uo, Zip, Zotz, Tzec, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Zac, Ceh, Mac, Kankin, Muan,
Pax, Kayab, Cumku y Uayeb. El
sistema de cuenta consiste en la combinación de 20 por 18, a la que habría que
sumar 5, hasta cumplir los 365 días, empezando cada año por 0 Pop.
Ambos ciclos se combinaron para formar un período mayor, la Rueda Calendárica, obtenida de
multiplicar 260 por 365, lo que da un total de 18.980 días (73 tzolkin o 52
haab). Con esta unidad de tiempo superior se miden períodos de 52 años
(solares), muy extendido en todas las culturas mesoamericanas. En este nuevo
ciclo, 1 Batun (20 katunes) son
144.000 días; 1 Katun (20 tunes),
7.200 días; 1 Tun (18 uinales), 360
días; 1 Uinal (20 kines), 20 días; y
1 Kin, 1 día. Su empleo constituye la
llamada Cuenta Larga. Este complejo
sistema de anotación calendárica, que no acaba aquí, y siempre asociado a
deidades patronas, pone de manifiesto el conocimiento que los mayas tenían del
comportamiento de los astros, sobre todo del Sol, de la Luna y del planeta
Venus.
“Sea lo que sea lo
que el Monumento 6 de Tortuguero nos diga –advierte el antropólogo Stephen Houston, citado por Belmonte
en una conferencia en el Museo del la Ciencia y el Cosmos de Tenerife-, ha de
relacionarse con el edificio asociado a la inscripción. No tiene nada que ver
con la profecía o los supuestos eventos que nos esperan en el 2012. Sobre esto,
los mayas muestran un silencio pasmoso, o como mucho, unas asociaciones de
ideas más bien aburridas y nada trascendentes.” Y, en cualquier caso, como concluye
Belmonte, “si los mayas no fueron capaces de prever su propio colapso, ¿por qué
iban a ser capaces de prever el nuestro?”.
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