Pintura de un hotel de Argel.
Foto: Carmen del Puerto.
Quizá estuviera
catalogado como valiosa pintura en una afamada pinacoteca. Pero yo no lo vi
colgado de la pared de un museo, sino en el rellano de una escalera de un hotel
argelino. Me atrajeron sus grandes proporciones, su cromatismo, su temática… Imposible
no acordarse de Cervantes. Yo tenía que robar ese cuadro. La idea me
obsesionaba. Huía del ascensor sólo por contemplarlo de regreso a mi habitación
en la cuarta planta. Empecé a sentirme un pirata berberisco dispuesto al
asalto, a la altura de un ladrón de joyas francés llamado Charles Boyer, que
burlaba a la gendarmería ocultándose en la peligrosa Casbah. Claro que él
contaba con la ayuda de la austríaca Hedy Lamarr, que no sólo era la mujer más atractiva
y erótica del cine, sino también una brillante inventora e ingeniera de
telecomunicaciones. Su más famosa patente –el conmutador de frecuencias- se aplica
en la actualidad a la telefonía móvil celular 3G y a la transmisión de datos inalámbrica,
como Wifi, Wlan o BlueTooth. En mi caso, para cometer el
robo, también precisaba de nuevas tecnologías. Finalmente, me hice con el cuadro,
lo escondí en mi cámara digital y hoy lo cuelgo orgullosa en el bazar de la
Retórica.
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