domingo, 6 de mayo de 2012

“La madre” de Gorki


Cartel soviético de propaganda representando la revolución de 1905.
La leyenda reza «¡Gloria a los Héroes del Pueblo del Potemkin!».

Pelagia tenía el cuerpo roto por los malos tratos de su marido alcohólico. Quizá por ello apenas lloró cuando Vlasov murió de una hernia. Vivía en un barrio obrero, de altas chimeneas negras, acostumbrada a la sirena de la fábrica y al ruido sordo de los engranajes. “Por la tarde, cuando el sol se ponía y sus rayos rojos brillaban en los cristales de las casas, la fábrica vomitaba de sus entrañas de piedra la escoria humana, y los obreros, los rostros negros de humo, brillantes sus dientes de hambrientos, se esparcían nuevamente por las calles, dejando en el aire exhalaciones húmedas de la grasa de las máquinas.”

Le preocupaba la actitud de su hijo Pavel, cada vez más reservado. Hasta que un día descubrió que su vástago se había convertido en un líder socialista. Si bien inicialmente las inclinaciones políticas de su hijo le produjeron cierto rechazo, pues tal había sido su educación, terminó convirtiéndose en la madre de todos los compañeros de Pavel, reunidos clandestinamente en su propio hogar, y en una ferviente devota de la causa revolucionaria que defendían. Cuando la policía zarista detuvo a Pavel, que terminó desterrado en Siberia, Pelagia ocupó su lugar llevando pasquines a la fábrica de su hijo, repartiendo propaganda en las zonas rurales y transmitiendo a campesinos y trabajadores la ideología socialista, que hizo compatible con su religión pues defendía a las clases humildes. Pero ella también fue arrestada y conducida a la cárcel, aunque ignoramos cuál fue su destino final. El escritor ruso Máximo Gorki no nos lo dejó claro cuando escribió su historia en 1907.

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