Cartel de la película Titanic (James Cameron, 1997).
Fue otra de las tragedias que, si bien no habíamos nacido -el hundimiento de este colosal transatlántico británico se produjo en la noche del 14 de abril de 1912 y pronto “festejaremos” el centenario-, sí la hemos revivido con Leonardo di Caprio y Kate Winslet en 1997. También hubo magníficas películas anteriores basadas en este histórico naufragio, aunque no con tanto presupuesto y glamour.
La travesía que debía conectar Southampton con Nueva York se interrumpió bruscamente frente a las costas de Terranova, en el Océano Atlántico. Un iceberg a estribor tuvo la culpa. 1.500 personas fallecieron por ahogamiento o hipotermia. Pero hubo otras causas por las que aquella colisión alcanzó tal magnitud. El capitán, en su puente de mando, mantuvo una velocidad más alta de la debida pese a la alerta por la presencia de bloques de hielo. Aunque el Carpathia llegó al escenario lo más rápido que pudo y rescató a muchos supervivientes, otro barco –el California- confundió los cohetes de auxilio del Titanic con fuegos artificiales y no acudió en su ayuda. La tripulación no supo evacuar a los pasajeros por carecer de formación. Y sólo se dispuso de la mitad de los botes salvavidas que eran necesarios. Overbooking: 2.227 pasajeros, cuando sólo podían acceder a las balsas 1.178. Nadie había previsto la remota posibilidad de un hundimiento. Sólo se “salvaron” de los reproches –que no de ahogarse- los músicos de la orquesta, la Wallace Hartley Band, que siguió tocando alegres melodías incluso con el agua al cuello.
Muchos cadáveres y muchos tesoros –no olvidemos que el Titanic, con cuatro chimeneas, era toda una metáfora de lujo y ostentación- quedaron sumergidos en las oscuras aguas de las profundidades marinas. Justo lo necesario para seguir alimentando tanto la codicia humana como el mito.
La travesía que debía conectar Southampton con Nueva York se interrumpió bruscamente frente a las costas de Terranova, en el Océano Atlántico. Un iceberg a estribor tuvo la culpa. 1.500 personas fallecieron por ahogamiento o hipotermia. Pero hubo otras causas por las que aquella colisión alcanzó tal magnitud. El capitán, en su puente de mando, mantuvo una velocidad más alta de la debida pese a la alerta por la presencia de bloques de hielo. Aunque el Carpathia llegó al escenario lo más rápido que pudo y rescató a muchos supervivientes, otro barco –el California- confundió los cohetes de auxilio del Titanic con fuegos artificiales y no acudió en su ayuda. La tripulación no supo evacuar a los pasajeros por carecer de formación. Y sólo se dispuso de la mitad de los botes salvavidas que eran necesarios. Overbooking: 2.227 pasajeros, cuando sólo podían acceder a las balsas 1.178. Nadie había previsto la remota posibilidad de un hundimiento. Sólo se “salvaron” de los reproches –que no de ahogarse- los músicos de la orquesta, la Wallace Hartley Band, que siguió tocando alegres melodías incluso con el agua al cuello.
Muchos cadáveres y muchos tesoros –no olvidemos que el Titanic, con cuatro chimeneas, era toda una metáfora de lujo y ostentación- quedaron sumergidos en las oscuras aguas de las profundidades marinas. Justo lo necesario para seguir alimentando tanto la codicia humana como el mito.
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