Espectáculo para turistas en Kangaroo Island (Australia).
Fotos: Carmen del Puerto.
Fotos: Carmen del Puerto.
Las cucaburras empezaron a bailar en su brazo al ritmo de la música. Al principio, todos sonreímos y aplaudimos los movimientos sincronizados de estos simpáticos pájaros. Pero luego advertimos que las aves emitían un sonido estridente, una risa casi humana, yo diría que maléfica. Y entonces ya no nos hicieron tanta gracia, como tampoco nos la hacen las hienas cuando ríen. Luego llegó la lechuza del antifaz, que nos miraba con extraña fijeza, induciéndonos una suerte de anestesia hipnótica. Por último, el águila de plumaje oscuro sobrevoló nuestras cabezas y a punto estuvo de atrapar alguna entre sus garras…
Lo anterior es una ficción inspirada en una demostración de vuelo libre de aves predadoras australianas. Pero este show para turistas también podría haber inspirado a Alfred Hitchcock su clásico cinematográfico (Los pájaros, 1963), como lo hizo el escalofriante relato de Daphne du Maurier en el que se basó. Ella se inspiró, a su vez, en las gaviotas que veía cuando paseaba por los acantilados de Cornualles y que se lanzaban en picado sobre gusanos. ¿Qué pasaría si lo hicieran sobre la humanidad? Muchos han visto en esta amenaza una metáfora ecologista: la venganza de la naturaleza ante una actuación desconsiderada sobre el planeta que está poniendo en peligro su biodiversidad.
La gaviota “asesina” de Daphne du Maurier en el Fish Market de Sidney (Australia)
Foto: Carmen del Puerto.
Foto: Carmen del Puerto.
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