sábado, 21 de enero de 2012

El árbol azul ultramar

L’Arbre, grande éponge bleue (1962), escultura (pigmento puro y resina sintética sobre yeso y una esponja) del artista Yves Klein expuesta en el Centro Pompidou de París.
Foto: Carmen del Puerto.

Aunque le he puesto un marco, no es una pintura. Pero a un místico artista francés llamado Yves Klein (1928-1962) –que quizá fuera daltónico- le dio por pintar los árboles de azul. De un azul intenso, monocromo, que él mismo patentó con su nombre: el ultramar “Internacional Klein Blue (IKB)”, creado con ayuda de un amigo químico. Su azul es utilizado hoy por diseñadores de las grandes firmas de moda, que también lo llaman “azul klein” o “azul eléctrico”, un tono azulón (termino más prosaico) que favorece siempre y que es fácil de combinar, idealmente con dorado, plateado y negro.

Lo de azul ultramar le vendría a Klein, hijo a su vez de pintores vanguardistas, de haber estudiado en la Escuela Nacional de la Marina Mercante. Y su filosofía, así como sus originales técnicas para pintar, de pasar por la Escuela Nacional de Lenguas Orientales, donde se formó en artes marciales, que practicó profesionalmente y aplicó a su producción artística.

Para componer sus obras, embadurnaba de azul a mujeres desnudas que luego estampaba en lienzos extendidos en la pared o en el suelo, dejando allí las huellas de sus cuerpos. A pesar del “maltrato” a las modelos, convertidas en “brochas vivientes” que eliminaban la mano del artista, estas polémicas “antropometrías” se hicieron famosas.

También lo fue una exposición titulada Vacío (1958), que consistió en dejar un espacio completamente desnudo, una habitación con las paredes pintadas de blanco para que el espectador percibiera el arte y la sensibilidad a su alrededor.

Este dadaísta, padre del Body Art, que pintaba con esponjas o con fuego, haciendo happenings y performances en público, acompañadas de músicos, y capaz de arrojar sus ganancias al Sena, también intentó viajar a la Luna. En su Salto al vacío, una conocida fotografía de sí mismo flotando en el aire y venciendo a la gravedad (obviamente, un fotomontaje), se consagró como “el artista del espacio". Y es que su imaginación nunca tuvo límites.
 
 

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