sábado, 2 de junio de 2012

LO ESCATOLÓGICO: La mala educación


 Rinoceronte blanco de Omaruru (Namibia).
Foto: Carmen del Puerto.

Mi querido rinoceronte blanco:

Sé que no quieres oír lo que tengo que decirte y que, por eso, desconsiderado, me das “la espalda”. Con esa actitud demuestras tener muy mala educación. Unas clases de etiqueta y protocolo no te vendrían mal. Pero, no importa, no pienso callarme. Y te soltaré mi monserga pese a tu grosera actitud.

¿Cómo te dejas humillar de esta manera? Tú, uno de los “Big Five” de la sabana, con el león, el elefante, el búfalo y el leopardo… Esta mañana, cuando te vi por primera vez entre los árboles, acompañado de tu real hembra, parecías más bravo, temí tu peligrosa cornada. Pero, ahora, cuando el sol empieza ocultarse y como si un muecín hubiera llamado a la oración, te presentas domesticado y sumiso, como las cebras, a que te den de comer en este parque zoológico. No puedo entenderlo. ¡Qué gran decepción, amigo! ¡Lo que yo había idealizado tu fiereza, tu poderío! Así que, aunque seas una especie en extinción o precisamente por eso mismo, prefiero verte salvaje o no verte, que para eso están los documentales de La 2. Ya me dirás qué sentido tiene esta señal. Parece una burla. 

Señal en una reserva animal de Omaruru (Namibia).
Foto: Carmen del Puerto.

Y, por cierto, que sepas que te diferencias del rinoceronte negro no por el color, sino por tu labio, recto y ancho. Los primeros colonos holandeses en África austral te llamaron widje (“ancho”). Pero, posteriormente, cuando llegaron los ingleses a Ciudad del Cabo, éstos creyeron entender que te llamaban white (“blanco” en inglés), de pronunciación similar a la palabra holandesa. Y te quedaste con el adjetivo. Así que no presumas de ario, que ya lo hicieron antes alemanes, australianos y sudafricanos, entre otros, para vergüenza de la humanidad.

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