domingo, 24 de junio de 2012

ESTAMBUL: Solimán el Magnífico


La tumba de Solimán el Magnífico en el recinto de la mezquita que lleva su nombre.
Foto: Marta Lorena García Alonso.

Solimán o Süleymán I (1494-1566) era el hijo (el único superviviente) del terrible Selim I, quien se había anexionado Persia, Kurdistán, Alta Mesopotamia, Siria y Egipto. El reinado de Solimán (1520-1566) fue el más largo de la dinastía otomana y el de mayor extensión geográfica. Aplastó la rebelión siria, tomó Belgrado, conquistó Rodas, anexionó Hungría, asedió Viena y ocupó Tabriz y Bagdad. Fue derrotado en Viena y en Malta. A su muerte, durante un asedio en Hungría, el Imperio Otomano controlaba gran parte de los Balcanes, el norte de África y Oriente Próximo, y era el poder dominante en el mar Mediterráneo, después de que Solimán se enfrentara a Carlos V, el otro emperador de entonces.

Este sultán legó una herencia inmensa en el terreno jurídico: como hizo en su momento Justiniano, unificó la legislación de su imperio, hasta el punto de que, en tierras del Islam, lleva el título de Solimán el Legislador (Kanuni), en lugar de Solimán el Magnífico, apelativo que se le da en Occidente por su poder y por la opulencia de su palacio, el Topkapi Sarayi, que impresionaba por el esplendor de sus alfombras de seda, los vitrales y los complicados dibujos de los azulejos que decoraban sus paredes y techos.

Solimán convirtió Estambul en un centro intelectual. En el plano artístico, su reinado estuvo marcado por un extraordinario florecimiento de monumentos grandiosos y perfectos, que encargará a su arquitecto imperial: Sinán. El encuentro entre Solimán y Sinán renovará el lenguaje arquitectónico y hará que surja una concepción completamente nueva de la mezquita otomana. Es una época en la que la influencia del arte italiano (Miguel Ángel, Giulio Romano, Vignola y Palladio) llega hasta tierras del Imperio Otomano.

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