El Juicio
Universal (1548), de Marcello Venusti. Museo de Capodimonte
(Nápoles).
Foto: Carmen del Puerto.
La “Escatología” comparte dos significados, según
cómo traduzcamos el término griego skatós.
Si por él entendemos “último”, nos estaremos refiriendo a un conjunto de
creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba, a ciertos misterios sobre la muerte, la situación de las almas y la resurrección de los
muertos. Acuñó el término un teólogo luterano ortodoxo del siglo XVII llamado
Abraham Calovius. Hoy es un concepto elevado de la Teología relacionado con la
consumación del mundo y el fin de los tiempos. La Biblia nos habla de
ella en el Apocalipsis, con sus
Cuatro Jinetes (alegorías de la victoria, la guerra, el hambre y la muerte) y su
anuncio del Juicio Final.
En cambio, si traducimos skatós por “excremento”, está claro que la cosa cambia. Y en lugar
de los misterios de lo divino, hablamos de una rama de la Fisiología que
estudia algo más prosaico: los desechos corporales, como la materia fecal, la orina o la menstruación, entre otros. Una especialidad muy
digna, pues el estudio de las deposiciones siempre ha servido a la profesión
médica para hacer acertados diagnósticos –de nuevo, juicios- sobre dieta,
enfermedades y presencia de parásitos en el intestino.
EL JUICIO UNIVERSAL
Para ilustrar la primera acepción
(la segunda la dejamos para otras entradas de este blog), qué mejor que la
elocuencia del Arte. Marcello Venusti, pintor italiano renacentista
especializado en copiar, con permiso, las obras de su maestro y amigo Miguel
Ángel Buonarroti, hizo en 1548 una réplica a pequeña escala del Juicio Final de la Capilla Sixtina para
el cardenal Alessandro Farnese. La composición imitaba el majestuoso fresco que
luego retocó otro pintor manierista, Daniele da Volterra, cubriendo con telas
todos los genitales (de ahí su apodo, Il
Braghettone) por orden del papa Pío V. La copia de Venusti nos documenta,
por tanto, cómo eran los desnudos originales de la obra de Miguel Ángel que
tanto escandalizaron a la jerarquía eclesiástica.
Copia del Papiro
de Hunefer, con El Juicio de Osiris.
El original se encuentra en el British Museum de
Londres.
Foto: Carmen del Puerto.
EL JUICIO DE OSIRIS
Pero el Más Allá preocupaba
especialmente a los egipcios antiguos, que antes de incorporarse al mundo
divino después de la muerte debían someterse al severo Juicio de Osiris. Afortunadamente,
una copia manuscrita en papiro del Libro
de los Muertos -amplio conjunto de oraciones, himnos, fórmulas mágicas e
instrucciones para que el alma del fallecido supiera cómo orientarse en el
mundo de las tinieblas- se depositaba en el interior de las tumbas, en los
propios sarcófagos funerarios.
El Papiro de Hunefer (c. 1.275 a.e.), un
importante escriba que trabajó en la corte de Tebas al servicio del faraón Seti
I, ilustra con varias escenas consecutivas el pasaje 125 del Libro de los Muertos: el Juicio Final. Comienza
por la izquierda con el escriba acompañado por Anubis, dios de los muertos y de
la momificación, representado con cabeza de chacal y el símbolo ankh (“llave de la vida”) en la mano. A
continuación, tiene lugar la ceremonia llamada “psicostasis”: Anubis pesa el
corazón de Hunefer en una balanza equilibrada por una pluma de la cabeza de
Maat, diosa de la verdad, la justicia y el orden universal. A su derecha, Tot,
dios de la sabiduría, con cabeza de ibis, anota el resultado. Si la pluma tiene
el mismo peso que el corazón del difunto, como en este caso, es prueba de que
ha llevado una vida honesta, acorde con las leyes y los valores morales de
Egipto. A Hunefer se le permite pasar a la otra vida, a los fértiles campos de
Aaru. Si, por el contrario, el corazón pesa más que la pluma de la verdad,
significa que está cargado de culpas y remordimientos por las malas acciones
cometidas. En ese caso, el difunto será devorado por Ammyt, una diosa con
cabeza de cocodrilo y patas de león e hipopótamo, la cual observa ansiosa la
balanza. Una vez superada la prueba y con el ojo de Horus contemplándolo todo, Hunefer
es conducido por el dios halcón hasta Osiris, padre de Horus. El juez supremo
de los muertos y señor del Más Allá se encuentra sentado en un trono elevado
acompañado de sus hermanas: Isis, a su vez su esposa, y Neftis, diosa de la
oscuridad. Paralelamente, como se ilustra en la parte superior del papiro, Hunefer
se muestra adorando a otros catorce dioses del Tribunal de los Muertos que
supervisan la sentencia.
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