Tugras
de los sultanes Murad III (arriba) y Selim III (abajo).
Fotos:
Carmen del Puerto.
Detalle
de la Puerta Imperial del Palacio de Topkapi (Estambul),
con la tugra de Mahmud
II en el extremo inferior.
Foto:
Carmen del Puerto.
Tugra
de Solimán el Magnífico.
Fuente:
Basmala
(la frase islámica más utilizada en la caligrafía árabe ornamental)
en
forma de tugra de estilo otomano, decorando distintos objetos.
Ahora reconocería su
firma a lo lejos. Es más, la podría falsificar. Sólo necesito unas clases
previas de caligrafía otomana y sentirme con el poder de un sultán. Pero hace
unos años me vendieron una reproducción de la tugra de Solimán el Magnífico
(1495-1566) que resultó ser de Murad III (1546-1595) y me sentí estafada, ya
que el primero remite al apogeo del Imperio Otomano y el segundo al comienzo de
su decadencia.
La tugra nació con Murad
I (1359-1389), quien al no saber escribir estampó su mano mojada en tinta sobre
un decreto imperial de modo que el pulgar y el índice dejaron su huella a la
izquierda mientras que la de los otros tres dedos se imprimió a la derecha y
hacia arriba. Con unos retoques y añadidos de sus calígrafos, la tugra se
institucionalizó al comienzo –no al final- de los documentos oficiales y, con pequeñas
variaciones, cada sultán tuvo su propia rúbrica, aunque no firmaran ellos
personalmente.
Hoy, desaparecidos
los sultanes, sus artísticas tugras y la de basmalas o versos coránicos
estampados en cualquier objeto (desde azulejos a salvamanteles) se venden como
souvenir en el Gran Bazar de Estambul.
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