Espectáculo
de derviches en el monasterio mevlevi próximo a la Torre Gálata de Estambul.
Fotos:
Marta Lorena García Alonso.
Suena irreverente mi
título tratándose de una cofradía mística sufí, porque lo que bailan los
derviches no es la “Marcha Turca” de Mozart, aunque este último movimiento de
la sonata para piano n. 11 imitaba el sonido de las bandas turcas de jenízaros.
No danzan a las órdenes de Sydney Pollack forzando los límites de su
resistencia física y psíquica ante una multitud morbosa, como lo hacían los
concursantes de la película Danzad,
danzad, malditos (1969). Los derviches mevlevi (“giróvagos”) –Mevlana (“nuestro
maestro”) era el tratamiento dado al poeta y filósofo persa Rumi del siglo XIII
que creó la orden- giran y giran febrilmente hasta alcanzar el éxtasis
religioso, en comunicación directa con Alá. Y lo hacen hipnóticamente, con los
brazos extendidos y las palmas de las manos una alzada hacia el cielo y la otra
vuelta hacia la tierra. Giran como si fueran planetas, primero lentamente y luego a
gran velocidad, de 20 a 30 giros por minuto, sincronizadamente y sin marearse
gracias a una técnica muy ensayada y supervisada por su maestro.
Estos espectáculos,
muy vinculados al Imperio Otomano, se han recuperado en Turquía para el turismo tras la
prohibición expresa kemalista de décadas anteriores.
Músicos
derviches.
Foto:
Marta Lorena García Alonso.
Esta danza-meditación
sagrada (Sema), una suerte de viaje
chamánico del espíritu, se acompaña de voces, coro y música con instrumentos
turcos: ney (flauta), küdüm (timbales), kanun (cítara), rebab
(violín de tres cuerdas), saz (laúd
de mástil largo de siete cuerdas) y tambur
(laúd de mástil largo de tres cuerdas).
Vestimenta
derviche.
Fotos:
Marta Lorena García Alonso.
Los derviches
aparecen vestidos simbólicamente con un manto largo y negro, que representa su
tumba y el mundo material. De él se despojan dejando a la vista sus trajes
blancos con faldones (o de colores si son mujeres), que remiten al misterio
de la muerte y, por tanto, de la resurrección. El sombrero de color
tierra simboliza la lápida mortuoria del ego.
Espectáculo
de derviches en la casa de Dede Efendi en Estambul, el músico que fascinó al sultán
Selim III.
Fotos:
Carmen del Puerto.
La Sema concluye
recitando versos del Corán: “A Alá pertenecen
el Oriente y el Occidente. Por tanto, a donde quiera que os giréis, encontraréis
el rostro de Alá. ¡En verdad, Alá todo lo abarca, es sabio!” (Sura
Al-Baqara, La Vaca, 2,115).
A
la izquierda, busto del derviche mevleví Dede Efendi (1778-1846).
A la derecha, ilustración antigua de un danzante giróvago.
A la derecha, ilustración antigua de un danzante giróvago.
Fotos:
Carmen del Puerto.
La “Marcha Turca” de
Mozart, que da título a esta entrada:
Música turca más
contemporánea que recomiendo:
“Dudu” de Tarkan:
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