Grabados
antiguos del libro Voyage pittoresque de
Constantinople et des rives du Bosphore (“Un viaje pintoresco por Estambul
y las riberas del Bósforo”), de Antoine-Ignace Melling (1763-1831). Arriba,
palacio de Hatice, madre del sultán Mehmed IV, en Ortakoy, barrio de la orilla europea
del Bósforo. Abajo, vista de la plaza de Tophane, en el distrito de Beyoglu,
con “pelea entre barqueros” incluida.
¡Quién pintara como
Antoine-Ignace Melling o escribiera como Orhan Pamuk! El primero, arquitecto
imperial del sultán otomano Selim III y su moderna hermana Hatice Sultana. El
segundo, Premio Nobel de Literatura del año 2006.
Melling, un alemán
con sangre italiana y francesa de finales del siglo XVIII y principios del XIX,
nos dejó bellas estampas de edificios y jardines neoclásicos a las orillas del
Bósforo. Había llegado a la ciudad de Estambul atraído, como muchos otros
artistas y escritores europeos, por el romanticismo orientalista de la época. Y
allí permaneció dos décadas. Pero tuvo que abandonar la ciudad cuando su boda
con una joven genovesa le hizo caer en desgracia de forma inesperada –dicen que
por celos de la Sultana- y acabó pintando paisajes por encargo de la emperatriz
Josefina Bonaparte.
Pamuk, un escritor turco
de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, que abandonó su afición a
la pintura por el género literario, nos recuerda a Melling en sus memorias (Estambul. Ciudad y recuerdos). En ellas describe
el sentimiento de melancolía por la pérdida del pasado fastuoso que Melling
retrató. Una amargura omnipresente en su libro, contagiosa, donde Estambul se
pinta con la belleza del blanco y negro.
“…la amargura que
despedía aquella cultura muerta, aquel imperio hundido, se encontraba por todos
lados. El esfuerzo por occidentalizarse me parecía, más que un deseo de
modernización, una inquietud por librarse de todas las cosas cargadas de
recuerdos llenos de amargura y tristeza que quedaban del imperio desaparecido:
era como tirar a la basura la ropa, los adornos, los objetos personales y las
fotografías de una hermosa amante que se ha muerto de repente para librarnos de
su destructor recuerdo. Teniendo en cuenta que en su lugar no se pudo crear
nada nuevo que fuera lo bastante fuerte y poderoso, un mundo moderno occidental
o local, dicho esfuerzo sirvió sobre todo para olvidar el pasado; dio paso a que
los palacetes ardieran y se hundieran, a que la cultura se trivializara y se
quedara coja y a que el interior de las casas se dispusiera como un museo de
una cultura que no se había vivido.” (PAMUK, Orhan. Estambul. Ciudad y recuerdos. Random
House Mondadori. Barcelona, 2006. pp. 43-44).
Pamuk es un autor
sensible que añora el esplendor que tuvo la capital de un imperio, crítico con
unas políticas que destruyeron la herencia otomana. Un autor comprometido que,
con su literatura, también se atreve a denunciar el genocidio armenio y la violencia
ejercida por las autoridades turcas en el Kurdistán.
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