La Venus de Milo, de autor desconocido, en el Museo del Louvre (París).
Foto: Carmen del Puerto.
¿Quiénes inspiraban a los escultores griegos? ¿Quiénes eran las diosas del amor? Praxíteles eligió a su amante, la hetaira Friné, como musa y modelo para esculpir su Venus de Cnido (muy anterior a la de Milo, que se conserva en París). Ella fue acusada, como Sócrates, del llamado “delito de impiedad”: lo elevado de su tarifa, como si se tratara de la mismísima Afrodita, se consideró una falta de respeto a los dioses, una amenaza al orden establecido. Pero gracias a la defensa del orador ateniense Hipérides y, sobre todo, a la belleza sin igual de la prostituta, cuyo desnudo integral enmudeció a los jueces, no fue condenada a muerte.
Muchas hetairas fueron famosas no sólo por su hermosura y destacaron por su talento. Al fin y al cabo, ellas eran las únicas mujeres que recibían una exquisita educación y podían acceder a ese ambiente intelectual y aristócrata de los sympósia, frecuentados entre otros por los filósofos griegos.
Reproduzco aquí el preámbulo poético que escribí para un trabajo universitario de Historia sobre la presencia de la mujer en aquellos sympósia.
Allí cabalgaban juntos lo lícito y lo prohibido.
Allí se dieron cita para el intercambio, no sólo de ideas socráticas o platónicas.
Allí se hacían libaciones a Dioniso, se bebía vino en kýlix,
se jugaba al kóttabos, se cantaban skólia,
se escuchaba música acompañada de aulós o bárbitos
y se mantenían interludios homoeróticos recostándose en klinai.
Y allí estaban ellas, en aquellas reuniones de hombres,
esperando un papel en la Historia.
Cuando los roles de las mujeres estaban muy claros,
cuando no había margen para potenciar su intelecto.
Pero ¿fue sólo sexo lo que ofrecieron las hetairas que accedieron a los banquetes aristócráticos,
envueltas en el azafrán de sus transparentes jitones?
Ayer, los sympósia griegos eran instituciones educativas
y, a la vez, antros de perdición,
que en el devenir dieron paso a los banquetes romanos.
Hoy, tras latinizar la palabra, organizamos un symposium sobre casi todo.
Y, cómo no, también sobre los simposios de la Antigüedad,
inmortalizados en la pintura de copas, escifos, peliques y cráteras...
aunque ya no es costumbre mezclar el vino con agua,
ni tampoco consagrarlo a los dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario