Expositor de vinos en un restaurante de Nápoles.
Foto: Carmen del Puerto.
Entre luces y sombras, dibujando momentos de celebración y amistad o unido a la traición y el engaño, el vino es un personaje de la literatura universal. Sus gotas han salpicado millones de retóricas páginas que lo mismo culpan a la bebida de envilecer a quien la consume como ensalzan de la misma su poder curativo para el alma y el cuerpo. Cuando entra en escena, el vino puede añadir tensión dramática o, por el contrario, inspirar relajación. ¡Cuántos registros para un zumo fermentado de uva!
William Shakespeare hizo beber caldos canarios a muchos de sus personajes, como el intrigante Falstaff de su “Enrique IV”. El vino de malvasía producido en las Islas era considerado en el siglo XVI el mejor del mundo, a lo que contribuyó su alta graduación. De ahí el comentario de la chismosa Mistress Quickly, otro personaje shakespeariano de la obra anterior: "But I´faith, you have drunk too much canaries; and that´s a marvellous searching wine, and it perfumes the blood ere one can say: What´s this?" ("…Pero, por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario. Es un vino maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?") ("Enrique IV". 2ª parte, acto II, escena IV).
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