sábado, 24 de septiembre de 2011

EN LAS ANTÍPODAS: Los trazos de la canción


 
“Mulga Berries Dreaming”, pintura de Lindsay Bird Mpetyane.

“Mountain Thorny Devil”, pintura de Jeannie Pitjara.
 
“Honey Ant Dreaming”, pintura de Debra Nangala McDonald.

Pinturas expuestas en el hall del hotel Outback Pioneer en Yulara (Australia).
Fotos: Carmen del Puerto.

De nada sirven los mapas, sino las canciones. Hablamos de Australia, del Outback y de los aborígenes. De cómo establecen los límites de su territorio, de cómo se orientan por caminos invisibles, de cómo rehacen el mundo, con sus montañas, valles, desiertos y ríos secretos. Hablamos de Bruce Chatwin en busca de Los trazos de la canción, un anárquico libro de viajes de compleja psicología. Como la tesis de que la geografía, totémica, la marcan las canciones de los antepasados que las tribus indígenas evocan, conectados con los mitos de la creación. El escritor inglés, con una vida singular arrebatada por el sida y que puso de moda los cuadernos de notas Moleskin, viajó a las antípodas e intentó explicarnos esa partitura musical que permite a los nómadas identificar su tierra y poseerla. Pero también nos habló de la hermosa y cotizada pintura de los aborígenes y de cómo se les explotaba por ello, al menos en los años setenta, cuando escribió su libro.

“Lydia se esforzó por no creer las historias de embrujamientos mediante el uso de huesos aguzados, y de hechiceros que podían causar la perdición de un hombre mediante sus cánticos. Igualmente, sospechaba que los aborígenes, con su inmovilidad terrorífica, se las habían ingeniado para coger a Australia por el cuello. Ese pueblo aparentemente pasivo, que se quedaba sentado, observaba, esperaba y manipulaba el sentimiento de culpa del hombre blanco, disfrutaba de un poder espantoso.
Ella boqueó y quiso taparse los oídos, pero Graham siguió hablando despiadadamente. El programa de educación, afirmó, estaba sistemáticamente encaminado a destruir la cultura de los aborígenes y a sujetarlos a la economía de mercado. Lo que los aborígenes necesitaban era tierra, tierra y más tierra… donde ningún europeo pudiera posar jamás sus plantas sin autorización previa.”  (BRUCE CHATWIN. Los trazos de la canción. Ediciones Península, Barcelona, 1988. pp. 164-165)


(Gracias, Pili, por recomendarme tan buena bibliografía sobre Australia)

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