Foto: Carmen del Puerto.
Dicen que su sonido, haciendo vibrar los labios en uno de sus extremos, evoca los misterios de la Australia aborigen. Pero estos sencillos instrumentos de viento, simples tubos de madera de eucalipto, hueca por las termitas, no puede tocarlos cualquiera sin riesgo de desprestigiar tan ancestral símbolo de cultura tan milenaria. Se atrevió a ello la banda inglesa Jamiroquai cuando los incorporó en sus primeros discos. Hoy, el inmenso país de las antípodas vende didgeridoos a buen precio. Un auténtico souvenir australiano que ingenuos turistas pretenden llevarse como equipaje de mano, a pesar de que pueden medir dos metros de longitud y de que, muy probablemente, no pasarán los controles de seguridad de algunos aeropuertos.
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