Oaxaca (México), 10/07/2011
Sorprendidos, no miran al fotógrafo, sino a una turista que les ha regalado unas flores, posiblemente adquiridas en el mercado de Oaxaca a una expresiva anciana que sólo así dejaría su rostro lleno de surcos en una cámara digital. Los dos hermanos se alejan sonriendo para contárselo a sus padres, que atienden un puesto de artesanía en la plaza del Zócalo. Cuando el destino hace que de nuevo se encuentren con la misma turista, los niños se acercarán a ella también con una sonrisa, aunque ya no para darle un abrazo en agradecimiento por el ramo, sino mendigando dinero para mantener a su familia, una lección bien aprendida en las zonas más castigadas de México. Pero… ¿quién puede reprochárselo?
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