Cuento barroco. Escrito jugando con las palabras en 1984.
Narciso, obra pintada por Caravaggio entre 1594 y 1596. Esta pintura se encuentra actualmente en la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma.
Narciso, seudónimo de Rogelio Baladí, era un hermoso joven que vivía cerca del Monte Helicón. Creía en el amor, en la continuidad de las especies y en el orden interno del cosmos. Respetaba la encrucijada libidinosa de su mundo, aunque se sentía moralmente muy lejos de él. Pero las leyes humanas sabían de su vulnerabilidad y el escándalo surgió allí donde se esperaba.
Narciso, seudónimo de Rogelio Baladí, se había enamorado de su propia imagen, reflejada sobre las aguas de una fuente cristalina. Y ante la imposibilidad se satisfacer su pasión, intentó suicidarse con la soga del sufrimiento.
Pero el amor es fantasía. El amor es un grito interior, una reivindicación, un narcisismo incontrolado. Es como estar enamorado de una jerarquía, sin poder experimentar instantes de vértigo… a la sombra de los tilos, en Alejandría.
Y Narciso, seudónimo de Rogelio Baladí, se consoló con un poco de ingenua irracionalidad. Se perdió en la geometría, en el isomorfismo, en las cuadraturas imposibles. Era su amor tan loco y necesitaba tan poco que, sin darse cuenta, su corazón se envileció.
La nostalgia del primer momento, cuando todo es intuición y duda, se transformó en espejo de furia; la felicidad sobornada, en sodomía; el placer encubierto, en vilipendio…
Hasta que, finalmente, Narciso, seudónimo de Rogelio Baladí, nunca un héroe de leyenda, se mataría algún día.
El narciso, la flor del mito.
Foto: Pilar Blanco Varela.
Némesis, la diosa de la venganza, hizo que el bello y desdeñoso Narciso se enamorara de su propia imagen reflejada en las aguas de una fuente. Incapaz de apartarse de ese reflejo, acabó consumiéndose y convertido en una hermosa flor.
Para saber más de mitos con rigor, recomiendo Mitología Clásica, de Antonio Ruiz de Elvira, en la editorial Gredos.
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