Uniformes escolares femeninos y vestidos infantiles de fantasía para niñas
expuestos en las tiendas de Ciudad de México.
Fotos: Carmen del Puerto.
La dualidad del día y la noche se pasea por las calles. Un escaparate de contrastes que simboliza nuestros avatares diarios. La disciplina estoica y las tentaciones hedonistas, el esfuerzo y la diversión, el aula y la fiesta de cumpleaños. Uniformes escolares femeninos y vestidos infantiles de fantasía para niñas son manifestaciones que hoy centran exaltados debates. En el primer caso, con reminiscencias de dictaduras, pero también con sólidos argumentos sociales: todos somos iguales y la vestimenta, inevitablemente, evidencia la diferencia de clase. Pero el derecho tropieza con el derecho, y la defensa de la igualdad que abandera el uniforme podría diluirse a favor de las individualidades y de la libertad de expresión. En el segundo caso, la imagen de princesas que se inculca a las niñas contribuye –se dice- a perpetuar un rancio rol femenino, un estereotipo, que en nada favorece la igualdad de género. La producción Disney, con todo su marketing, refuerza esta imagen y de ahí la etiqueta de películas sexistas. Pero, al margen de las reflexiones, de la ilusión infantil y de las letras de Sabina, ¿quién no espera un príncipe que la rescate de su rutina?
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