Resto de un arco original de las primeras fases de
construcción de la Mezquita de Córdoba.
Foto: Carmen del Puerto.
Te veneran como al
anciano de la aldea. Los arqueólogos te miman. Los turistas te sacan fotos. No
eres un arco del triunfo, pero has resistido el paso del tiempo. Tu deterioro
físico es evidente. ¡Tantos siglos de vida! ¡Tantas obras! ¡Tantos derribos! Pero
aún conservas parte de tu belleza, como las grandes estrellas de cine. Has
sabido envejecer con dignidad, dejando la cirugía para otros. Escondido entre
un bosque de más de mil columnas y eclipsado por arcos más jóvenes o restaurados,
hoy eres el testigo mudo de un pasado glorioso y formas parte del orgullo de un
santuario, llámese mezquita o catedral de Córdoba.
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