El Cañón Rosa de Léconi (Gabón).
Fotos: Carmen del Puerto.
Rosas, blancos,
verdes… Los cañones gaboneses no destacan por sus dimensiones sino por su cromatismo.
El Cañón Rosa de Léconi late en el corazón de las Mesetas Batéké, en la región
del Alto Ogooué, allí donde el Gabón se acerca a la República del Congo. Sus
altas “chimeneas de hadas” (houdous),
caprichos de la erosión, no son muy conocidas. Pero si deseas verlas y bordear
el perímetro de este espectacular circo geológico, una opción es volar desde
Casablanca hasta Libreville, previa escala técnica en Malabo. Si no te detienen
por hacer fotos al palacio presidencial en la capital gabonesa, puedes intentar,
tras horas de espera y mucha suerte, subirte al Transgabonais, en la estación de Owendo. Pero renuncia si no consigues, en la reventa, asientos de primera,
que no de lujo, en este tren de largo recorrido. Demasiada “diferencia” entre
vagones para resistir 670 km hasta Franceville. Allí, sin 4x4 disponibles, negociar
un taxi hasta Léconi tampoco será fácil. Pero, al menos, la carretera estará
bien asfaltada dado que pasa por Lewai, rebautizada Bongoville. En esta ciudad nació
Omar Bongo Ondimba, el que fuera presidente del Gabón durante más de cuarenta
años y padre del actual Jefe de Estado. Ya en Léconi, el hotel homónimo te ofertará la visita
al cañón. En definitiva, muchos miles de francos CFA, la moneda común de
catorce antiguas colonias francesas en África. Pero sólo pisar este continente
ya merece la pena.
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