Máscara napolitana de Polichinela.
Foto: Laura PDP.
Podría parecerlo, pero Francisco de Quevedo no pensaba en el Polichinela de la Comedia del Arte, donde tanto se improvisaba. No se inspiró en el personaje napolitano de prominente y aguileña nariz que imponía su criterio a garrotazos. El escritor, de gafas homónimas, parodiaba a su coetáneo Luis de Góngora con superlativas metáforas en torno a su apéndice nasal. Conceptismo mofándose del Culteranismo en un satírico soneto que estudiamos en la escuela e ingeniosa manifestación de la rivalidad literaria que, más allá de la retórica, existía entre estos dos poetas barrocos.
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
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