Tapiz de Benín, en un restaurante de Libreville
(Gabón).
Foto: Carmen del Puerto.
Tengo la impresión de que he podido dar una imagen
equivocada en mi “CUENTO DE NAVIDAD: El sueño de Martina”, anterior entrada de
este blog y penúltima del año 2012, mostrándome a favor de las felices repúblicas
africanas. También soy consciente de que pude resultar un tanto cáustica en mis
entradas sobre “elefantes” en el bazar de la Retórica, allá por el mes de
abril. Y si no he escrito nada sobre el mensaje navideño del Rey, no es porque
no lo valore en su justa medida, a tanto no me atrevo, y menos después de haber
estudiado en Historia el período franquista y la llamada “cuestión monárquica”.
Así que para congraciarme con la Monarquía, quiero despedir el año con esta
imagen: una muestra de artesanía beninesa con los nombres y símbolos de los
doce reyes fon de Abomey (capital del antiguo Reino de Dahomey), que gobernaron
este país del África occidental hasta la llegada de los franceses. Yo no he
estado nunca en la hoy República de Benín, pero sí en un restaurante de
Libreville, en Gabón, regentado por un natural de allí. Cené viendo el
cromático tapiz de la cronología dinástica que ilustra esta entrada. Fueron
doce estos reyes africanos, como doce son los apóstoles, doce las tribus de
Israel, doce los huevos de una docena, doce los hombres sin piedad, doce los
monos de una película de ciencia ficción, doce los meses del próximo año 2013 y
doce las uvas que nos comeremos a las 12 de esta noche, como Dios manda en
España. Por cierto, también creo como el Papa en los Reyes Magos, aunque fueran
andaluces y no llevaran oro, incienso y mirra.
EL PELIGROSO DODECAEDRO
Como también son doce los pentágonos del dodecaedro,
y sin querer hacer –aunque lo parezca- defensa de la numerología, no me resisto
a compartir esta historia que “me contó” el astrónomo y divulgador científico
Carl Sagan. En la antigüedad, los pitagóricos formaban una sociedad secreta que
se negaba a compartir con el vulgo sus descubrimientos y callaron, por ejemplo,
la existencia del dodecaedro (uno de los cinco sólidos perfectos junto con el
tetraedro, el cubo, el octaedro y el icosaedro). Por algún motivo, el
conocimiento de un sólido que tenía por lados a doce pentágonos pareció
peligroso a los pitagóricos. El sólido estaba relacionado místicamente con el
Cosmos. Los cuatro sólidos regulares restantes fueron identificados de algún
modo con los cuatro “elementos” que, en aquel entonces, se suponía que
constituían el mundo: tierra, fuego, aire y agua. Pensaron pues que el quinto
sólido regular sólo podía corresponder a la sustancia de los cuerpos
celestiales (este concepto de una quinta esencia dio origen a la palabra “quintaesencia”).
De ahí que hubiera que ocultar la existencia del dodecaedro a las personas
vulgares. Pero un pitagórico llamado Hipaso publicó el secreto de la “esfera
con 12 pentágonos”. Al morir más tarde en un naufragio, se dice que sus
compañeros pitagóricos ponderaron la justicia del castigo.
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