domingo, 7 de octubre de 2012

POMPEYA: La mirada de Diana

Estatua de la diosa Diana Cazadora en el templo de Apolo de Pompeya.
Foto: Carmen del Puerto.

¿Miraba la diosa Diana Cazadora al Vesubio? ¿Dónde olvidó el arco y las flechas? ¿Habría entregado por fin su virginidad a algún mortal en aquella hedonista Pompeya? El caso es que ni ella, protectora de la naturaleza, ni su hermano gemelo Apolo, una deidad profética, pudieron evitar la furia del interior de la Tierra, la cólera del volcán. ¡Ay, diosa de la castidad! ¡La Ártemis griega! Quizá fuiste castigada por enamorarte del hermoso pastor Endimión, a quien besabas mientras dormía. Tú, diosa de la Luna, que habiendo sido testigo de los dolores de parto de tu madre Latona juraste mantenerte pura y no ceder al deseo de ningún hombre. Todos sabían de tu resentimiento y crueles venganzas. No perdonaste al cazador Acteón que te viera bañándote desnuda junto a tus ninfas: le convertiste en venado e hiciste que sus perros lo devoraran. Con tus flechas causaste la muerte de Orión, otro célebre cazador, por razones aún no esclarecidas, aunque se apuntan celos y recelos. Y también de la muerte, tras convertirla en osa, de Calisto, la más bella de tu cortejo, por quedarse encinta pese a sus votos. ¡Pobre Diana! También a ti te cubrieron las cenizas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario